Karlos Arguiñano, uno de sus alumnos, escribía en el prólogo del libro Luis Irizar, maestro de maestros, editado por Abalon Booksque, que "en la escuela Irizar nos enseñó mucho, el respeto por el producto, el respeto por el cliente, el respeto por el buen hacer. Y cosas muy sencillas, importantes y tan básicas a la vez como que sin esfuerzo no es posible avanzar, que ‘el cariño es lo que hace posible que todo fluya’, que ‘la honradez no es una palabra que queda muy bien en el papel, sino una cualidad que se construye día a día’. Nos abrió los ojos, nos ayudó a madurar".