Recuerdo de Buenos Aires, del ‘Oviedo’ y de aquel ‘recao’ de Galicia

El restaurante Oviedo podría ser una especie de consulado gastro de lo español y lo gallego en Buenos aires, por vocación de su dueño aunque sea de origenes mediterráneos, Emilio Garip; por vínculo con Galicia (su esposa Cristina tiene sus raíces en O Carballiño); por modelo culinario (el suyo evolucionó inspirándose en más de un destacado colega peninsular (seguramente el “nuestro” Chef Rivera como vínculo principal y más entrañable).

El encuentro profesio-amical viene de cuando tuve la oportunidad de desarrollar una promoción de Galicia en el cono sur americano, en los años prodigiosos del dúo Fraga-Bobadilla comandando el turismo gallego. Llevamos allá el testigo de cómo se comía en Galicia, de lo que había que ver y sentir, para que vinieran como turistas, los de la diáspora, orgullosos de un país raiz del que disfrutar y sentirse orgullosos. 

Un encuentro entre protagonistas del quehacer profesional como testimonio de calidad, y entre ellos, el chef padronés que, entre los contactos establecidos en la capital platense, acabó fomentando un vínculo de intercambio profesional, y a la postre amical, entre ambos restauradores.

Me consta que perdura -la carta lo demuestra- y compruebo que el Oviedo es un oasis a la contra de lo acostumbrado allí, con la merluza a la romana, el pulpo, la tortilla y otros bocados más como bandera y puente entre dos culturas-oferta gastronómicas embridadas. Y un compromiso, el de don Emilio, con el producto escogido, la calidad buscada, esos dos amores -el de la cultura aborigen, el del modelo madrepatrio- fusionados. Prendió la semilla.

Dice de Garip el periódico La Nación que es un dandy amante de lo bueno como restaurador, reconoce la distinción de su oferta. En el tiempo de los inicios de este vínculo entre la Quinta Provincia y el país de Breogán, el Oviedo estaba en un segundo plano. La referencia para los viajados nuestros era la cercanía del Fechorías, marcaba estilo el Gato Dumas, pero para los que buscábamos diseños de mayor calado, el Catalinas (Ramiro, su dueño, es de origen lucense). Su restaurante ya no existe.

Vuelvo a encontrarme con la impresión, en este su frío invierno, de que al restaurante Oviedo no se le reconoce como relevo. Y barrunto que se lo merece.

Guillermo Campos