Alimentos de España: distinguir el pescado rico, del otro

Este cocinero nuestro llamado José Andrés, exportado desde su Asturias natal  al imperio yanqui,  protagoniza este año una campaña por encargo de Alimentos de España, el mismo organismo dependiente del ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación que difunde otro anuncio animando al consumo de pescado desde el aviso urbi et orbe  “Pescamos en el mercado”, como si todo lo que cae en la red fuera  absolutamente “rico, sano y seguro!”, así, las tres virtudes en el mismo saco ante el que -se plantea al  consumidor- “Tú  decides cómo pescar cada día!”. 

Tan genérico mensaje desorienta al consumidor, precisa matices, conviene distinguir una y otra procedencia del pescado, desde la óptica palatal cuando menos. (Permítanme apuntar al margen la justicia que se le hace habiendo elegido al mensajero:  los “jaleos” gastronómicos que ha propiciado en América, y su compromiso con la despensa española allí, resultó ser rico bagaje de una memorable cena disfrutada en Casa de Díaz (Samos), de paso que hacía el Camino de Santiago en Xacobeo precedente).

Entre los dos impactos con los que Alimentos de España anima el consumidor navideño con una perspectiva global, el que protagoniza José Andrés permite distinguir, desde luego agrupar diferenciadamente, vectores principales de la despensa española más excelsa.  Este cocinero, al que tengo por el más internacional y el menos (o nada) engreído de cuantos buscan luz -a saber si también luces- bajo la lluvia de estrellas, evoca su llegada a Washington, y lo que les dijo a los americanos cuando le preguntaron de que país venía: “Les conté que en mi país hay bosques minúsculos donde reside el secreto de nuestra longevidad y que tiene árboles donde nace oro, oro líquido. Que hay llanuras extensas de colores rojos y vetas blancas”. Las imágenes, en los medios que las soportan, evocan “bosques” de  verduras y hortalizas, aceite de oliva hecho metáfora de oro líquido, las llanuras representadas en largas lonchas de jamón ibérico....”Que hay  perlas -subraya José Andrés en el relato de distinguir Alimentos de España distintivos por su  calidad- perlas que salen de la tierra” ( las uvas), y “cuevas preciosas que se suelen comer con las manos” (cortes de la diversidad de quesos). “Les dije –concluye José Andrés la evocación de los Alimentos de España a distinguir- que los bancos más importantes, los más ricos, están en el mar, y que en ellos hay criaturas marinas que son riquísimas...”.

Efectivamente, el sentimiento de confianza en los productos y las personas que emana de ese anuncio de Alimentos de España, le distingue para bien de cualquier otro, desde luego del compañero de campaña, el de los pescados, porque en este caso sí que conviene distinguir, si se quiere ofrecer una información precisa al consumidor.  Alimentos de España sentencia: “Pescar en el mercado... salvaje, de crianza, congelado o en conserva. Rico, sano, seguro”. 

Pues para no sembrar injusta duda sobre la veracidad irrefutable de lo que José Andrés pone en boca en “su” anuncio, debería el ministerio distinguir claramente que, en la confluencia de las sensaciones organolépticas cuando menos, gustos, aromas, texturas... no son las mismas, por ahora, en los pescados salvajes que en los de crianza o en los congelados (salvando alguna excepción, como es el caso del pulpo); en conserva  ya es otra historia (para empezar, exigen un cocinado previo).  Llegados a distinguir cada pescado según categoría de origen y producción, nadie, ningún consumidor tendrá por qué dudar, ciertamente, de que José Andrés llegaba a Washington desde “el país más rico del mundo”. La información al consumidor es cosa muy seria.