Gastroensayos, recetarios, y pantallazos


Tengo prácticamente leído el que creo último libro de Óscar Caballero. He ido saltando de uno a otro capítulo, adelante y atrás como se baila la yenka,  sin demasiado orden por mi parte,  tal es el interés despertado por las respuestas a sus propios inquéritos: por qué el abrelatas llego medio siglo después de fijar en el tiempo el invento de las primeras conservas, o de preguntarse quién enseñó a Europa el uso del tenedor, porque el magín te pide de inmediato, para  establecer el  contexto, cuándo surgió el primer restaurante.

Periodista científico y cultural, el caballero Óscar Caballero  creó la sección de sociedad en el primer Cambio 16; por otros medios españoles sabemos de su saber. Desde 1981 es corresponsal en París de la revista Club de Gourmets y de La Vanguardia, fue colaborador de la guía Gault et Millau. Siendo el único miembro extranjero de la asociación francesa de críticos gastronómicos… algo debe saber del asunto. Y vaya si cuenta historias de la comida y de lo que comemos, o no.

Hemos de agradecer el volumen porque, sobre muchos asuntos dados y conocidos, Caballero apunta una letra pequeña que solo un profundo estudioso de la cultura gastronómica puede aportar. Hay detrás de “Comer es una historia”  muchas horas  de estudio, lejos de la tentación de coger el rábano por las hojas…
Estos días de vísperas pasionales, circularon por los medios y la prédica pública, dos noticias que rescatan de la memoria a otros tantos personajes claves en la historia de los recetarios de cocina en España. Una , por mor de la recopilación de artículos de Carmen de Burgos (Almería 1867), “borrada de la historia de la literatura y el periodismo españoles durante la dictadura por su compromiso social” así subtituló El País la noticia. Esta novelista y ensayista avanzada, es autora también de un recetario de culto, más conocido por Colombine, el seudónimo tras el que había de ocultar su condición de mujer.

El otro libro semeja responder al divertimento. Tras la expresa intención de promover un libro homenaje a “la gran precursora de la gastronomía de nuestro país”, Déborah Albardonedo como promotora y el cocinero lucense  Santi Almuiña eligieron y este experimentó, 50 recetas de  la Marquesa de Parabere, y otras 50 son interpretadas por cocineros españoles  del momento. Aprovechemos esta oportunidad para una reflexión de fondo polémico:  la confusión en torno a “Pote Gallego” –que es  estrella autóctona, entre las recetas elegidas- y dejar sentada la diferencia entre el nombre del continente (el pote) y su contenido (el caldo y sus enriquecimientos). Ocurre como con el buque insignia de la cocina levantina y española: comemos arroz en paella, no el recipiente en el que se hace, o sea, que el hierro o acero son duros de roer…

Cierto que el “pote gallego” lo mantiene en  “La Cocina Española Antigua”, la mismísima Condesa de Pardo Bazán, pero ya no Picadillo en “La cocina práctica”, por más que en su obra menor “Pote aldeano” meta en el mismo ídem al caldo y otras tipicidades. A partir de ahí se fue cayendo en la cuenta de no confundir continente con contenido.

Sería en todo caso doña Emilia más “gran precursora de la gastronomía de nuestro país”  (habrán querido decir cocina, la gastro no es exactamente lo mismo) puesto que,  aristócratas y coetáneas ambas, desde la perspectiva de la cocina gallega en el contexto español, una lo parece más que la otra, por crono y aproximación y proximidad:  la coruñesa nació en 1851 y la bilbaína en 1877.

De eso no tiene culpa la gran María Mestayer de Echagüe, que es como consta la autoría de “Enciclopedia  culinaria La Cocina Completa”, y así pasó a la historia bibliográfica. Sus recetas, tal cual y como las de cualquier tiempo pasado, son fecundo testimonio de y para la evolución de la cocina.

El de Óscar es un compendio de saber, servido  con rigor y sarcasmo: osea, en el otro polo de ese habitual binomio que conforman la cocina de condón (la quinta gama de nuestros reyes del show cooking) y  la “cultura” de pantalla. De corta y pega. Y de paga, porque esa comida regenerada nos la cobran como hecha al momento.